Mozart raros y más raros
El pianista Alexandre Tharaud rescata piezas olvidadas de un compositor consagrado
Empezó su actuación con la suite en Do Mayor K.399, seguida por la brevísima Giga en Sol Mayor K.574, piezas que Mozart compuso en estilo deliberadamente antiguo usando los códigos de lenguaje del barroco tardío. Si eso ya era raro, lo que siguió ya era marciano, unPraeambulum de 1789 compuesto por encargo de la hermana de Mozart, que ni figura en el célebre catálogo de Köchel, Un pieza curiosísima de estilo absolutamente caprichoso y alocado.
Cubierto el cupo de rarezas, Tharaud siguió con uno de los Mozart más populares, la Sonata K. 331,la de la célebre Marcha Turca, martirio de vecinos de estudiantes de piano.
Tharaud tocó excelentemente, con belleza de sonido, claridad de intención, pertinencia de estilo, fraseo perfectamente dibujado, detalles de énfasis casi siempre de buen gusto y algún contraste dinámico exagerado.
La segunda parte se inició con tres Satie hermosamente decadentes, orientalizantes, voluptuosamente lánguidos, las Gnossiennes 1, 3 y 4.Tharaud supo estar blando, flexible y próximo como un gato mimoso que busca una caricia. Una interpretación de pecado no apta para menores. Se terminó con el mejor y más brillante y espectacular Ravel pianístico, los cinco números que integran los Miroirs estrenados en 1906 por Ricard Viñes. Tharaud se quitó aquí el gato y la pereza de encima y desplegó un pianismo atrevido, potente, brillante, ágil, el pianismo espectacular de un solista de primera línea en la cima de su carrera.
Fuente: El País